Seguimos en este tiempo del mes de septiembre con la reflexión en torno a la Biblia, por celebrarse en este mes un tiempo para retomar el libro principal de los creyentes cristianos.
Hacemos una parada en el evangelio de Mateo, el primero que aparece el Nuevo Testamento. La obra de Mateo nos ubica en la segunda mitad de la generación cristiana. Luego de la resurrección de Jesús, sus seguidores forman un grupo más, llamado los “nazarenos”, todo esto en el contexto de la religión judía, fariseos, saduceos, zelotas, esenios y otros. En medio de tensiones, tolerancias, indiferencias y sospechas.
Entre los años 85 y 90, los judíos cristianos son expulsados formalmente de la sinagoga y deben empezar a caminar solos. Se cree que este evangelio data de los años 80.
Al parecer Mateo escribe para estas comunidades, sabiendo ya de su identidad, y consciente de la novedad del mensaje de Jesús, respecto a sus raíces judías. A esta novedad Mateo llama “Buena noticia”, “Evangelio”, la que desborda todas las expectativas: “el vino nuevo se echa en odres nuevos” (Mt. 9,17).
Eres un don de Dios
Mateo significa, eres un don de Dios, y en Mateo 9, 9-13, somos testigos del encuentro de Jesús con aquel que tenía como trabajo, ser cobrador de impuestos, por su oficio, no era bien visto, pues los impuestos eran muy altos, y la sociedad estaba muy oprimida por el imperio romano. En esa realidad, Mateo es mirado por el maestro con amor.
Es mirado como un don de Dios, y al ser llamado experimenta aquello que es propio de lo que caminaron con Jesús, valoración, amor, compromiso, novedad, buena noticia, que es lo que en lo adelante va a escribir Mateo en su evangelio.
Dios te ama, te espera y te llama
Así como fue llamado Mateo, con su vida y sus realidades tan diversas, también somos llamados cada uno de nosotros y nosotras. Es el mismo Dios que hoy nos ama, nos espera y nos llama, y nos llama para desarrollar una misión, un propósito, para dejar en nuestro paso por la vida, uno de los mejores legados.
Cultivar lo mejor de esta sociedad Mt. 13, 24- 30
A la luz del evangelio de Mateo podemos encontrar algunos aportes que nos ayuden a la construcción de un mundo mejor.
Aparece en este texto la parábola de la cizaña, y en ese dilema de si quemar la cizaña y salvar el trigo, es el mismo Jesús quien hace la observación de dejar crecer juntos el trigo y la cizaña, pues vaya a ser cosa que por salvar a uno se pierdan los dos.
Parece entonces, que la cizaña tiene un lugar en el mundo, parece que tiene una razón de ser, sin embargo, la fuerza del trigo o del bien, tiene que gestarse con más fuerza cada día, e ir instaurando el bien y la bondad como manera de vivir, como filosofía de vida.
La cizaña existe, más no es la meta final, por tanto, hagamos presencia del trigo, es decir, del bien, para que vayamos poniendo nuestra mejor semilla, nuestra mejor semilla, vayamos gestando el amor, el respeto, la confianza y la esperanza.
En este sentido, colocamos el deseo de dar lo mejor.