Por Jacqueline Tineo
Aguadilla, P.R. Desde pequeño le gustaron los negocios. Ya a los 10 años tuvo sus primeros ahorros en el banco, de 1,000 dólares, obtenidos con la venta de estiércol de vaca, vendidos con el propósito de fertilizantes.
Francisco A. Sotomayor Santos, nació en Mayagüez y es oriundo del Pueblo de Moca, Puerto Rico. Desde siempre fue bueno en las matemáticas, y por los resultados del Collage Board, fue aceptado en el Colegio de Mayagüez. No logró la meta ahí.
Su padre, Francisco Sotomayor, tenía una vaquería y se fue a trabajar con él. Trabajó además, agricultura, específicamente, la cosecha de plátanos.
Sotomayor, ya después de adulto, a sus 25 años, inicio el 12 de diciembre 1986, su propio negocio, conocido como la Cabaña, ubicada en la Carr. 110 Sur de Moca, hoy convertida en una Iglesia Cristiana, llamada Renuevo. La Cabaña pronto se popularizó por los servicios de diversión que ofrecía, especialmente su discoteca, y mesas de billar. Llegaban personas desde Bayamón y toda la Isla. También llegaban turistas al lugar.
Cuando el derrumbe de las Torres Gemelas de New York, en el 2001, Sotomayor, recién había hipotecado la Cabaña, causando un efecto negativo, no solo para él, sino a nivel mundial. Su negocio, automáticamente, redujo sus visitas a un cincuenta por ciento, lo que llevó a Sotomayor a una profunda depresión. Perdió su negocio en su totalidad.
Pasaron varios años, cuando Sotomayor, empezó a ver una nueva luz en su vida. Confiesa haber sido alcohólico, pues bebía todos los días. Se convirtió al Señor, en el 2003, y aunque seguía bajo medicamentos para contrarrestar su profunda depresión, en el 2006, un día vio una cámara fotográfica de su papa, y se la pidió prestada. A partir de ese momento comienza una historia mágica que transformó su vida para bien.
Sotomayor inició, sin saber sus consecuencias, a fotografiar la naturaleza, los paisajes de Puerto Rico, en la que empezó a encontrar paz y armonía. La fotografía se convirtió en su mejor medicamento antidepresivo, por lo que hoy vive apasionado de su lente, y en cada rincón que camina, encuentra un milagro de vida para transportarla a través de sus fotografías.
Hoy, aquel hombre que por muchos años, vivió sumergido en el alcohol, posteriormente en la depresión, y que aún sigue tratándose, hoy ha encontrado la razón de su vida, para seguir soñando, y encontrando la majestuosidad de Dios en cada toma fotográfica.
Sotomayor, confiesa, que descubrió su propósito tarde en su vida, pero que siempre lo tuvo. Para él, «La gloria es de Dios», en cada fotografía que hace, «porque es Dios quien me conduce, oro cada vez que voy a fotografiar» afirmó.
Y así, la vida de Sotomayor transcurre entre los colores de la naturaleza, quien le da vida y, él a su vez, le da vida a sus seguidores a través de su cuenta en Facebook, quienes ya no sólo tiene seguidores de Puerto Rico, sino de otros países, quienes motivados por la majestuosidad de sus fotografías quieren venir a conocer la Isla del Encanto.