Por Estela Brioso
En la canción “Agradezco”, Jesus Hidalgo, describe la gratitud como el mayor nivel de conciencia al que se puede llegar. Es lo que se resume en el AYNI que viven los pueblos andinos en el continente americano. AYNI es una palabra quechua que significa cooperación y solidaridad recíproca, es un estilo de vida de los pueblos originarios.
El AYNI es una expresión de reciprocidad, es el intercambio de energías en el que al solicitar un favor uno se compromete a devolverlo no necesariamente a la misma persona. En ese sentido vamos por la vida prestando ayuda y recibiéndola de donde menos la esperamos.
Lo más bello de esto, es el AYNI que realizamos con la vida, al ser conscientes del maravilloso acto de nuestra existencia y que lo único que realmente nos pertenece y que a la vez es la única moneda que aceptan nuestros creadores, es la gratitud, dice el artista.
La gratitud es una llave
Una llave que abre todas las puertas, es un estilo de vida, una forma de ir buscando y encontrando, y pues cuando en nuestro cerebro se repite esta palabra, es como si se abre una nueva manera de comprensión, de acción y decisión en la vida. La gratitud ayuda a ver concretizado lo que se sueña, se desea y se espera.
Gratitud, es el AYNI que realizamos con la vida, donde se cambia la queja por agradecimiento, la negatividad por positividad, la oscuridad por la luz, la cerrazón por apertura, la maldición por bendición, es como darle la vuelta a todo, y en tal sentido, las cosas marchan diferente.
La gratitud abre puertas en el cielo
La palabra gracias, tiene más fuerza incluso, que la palabra amor, denota humildad y sencillez de quien la ofrece, y provoca lo mismo en quien la recibe. Agradecer, requiere de unos niveles de sabiduría inmensa para saber que todo lo que recibo es por gracia, nadie está obligado a nada en torno a mí, dice mi madre, por tanto, todo es gracia.
La gratitud es la llave para abrir las puertas en el cielo, de tal modo, que no es lo mismo hacer una oración pidiendo desde el lamento o la negatividad a hacer una oración que inicia agradeciendo aquello que deseo como si ya me ha sido concedido, los entendidos en la materia, afirman que en este tipo de oración los efectos se ven con mayor prontitud, y el evangelio mismo lo confirma, cuando en múltiples ocasiones muestra a Jesus, el maestro dando gracias, y haciendo la invitación a la reciprocidad, es decir, a vivir el AYNI, “practiquen el dar, y se les dará, derramarán en su regazo una medida apretada, remecida y rebosante” (Lc 6:38).
Por su parte, el apóstol Pablo hace el llamado constante: “muéstrense agradecidos”, su vida misma fue una señal de gratitud y así lo vemos en sus misiones( Colosenses 3:15; 1Tesalonicenses 2:13), pero no basta con decir gracias, es necesario ser agradecidos, es decir, hacer de esto un estilo de vida.
La gratitud abre puertas en la tierra
Esta apertura se ve reflejada en las dimensiones de nuestro ser, de tal manera que al dar las gracias a alguien que nos hizo un favor o un regalo, el gesto de amabilidad alegra el corazón de la persona dadora, y le hace sentirse querido y valorado/a. Esta expresión genera una reacción amena en quien da y en quien recibe, incluso en desconocidos, y brinda la posibilidad de abrir nuevos círculos de amistad.
La gratitud está íntimamente relacionada con la salud, así lo plantea un artículo de Harvard Mental Health Letter, “la gratitud está vinculada con la felicidad”. Quienes son agradecidos experimentan sentimientos más positivos, disfrutan de los buenos momentos, tienen mejor salud y aprenden a enfrentar mejor las situaciones difíciles, además de que son capaces de forjar mejores amistades.
En mi experiencia, la gratitud ha sido fuente de sanación integral, es una experiencia que me ha llevado a la conciencia de vivir el AYNI de la reciprocidad y desde entonces soy más feliz y agradecida. Y esta actitud me permite recibir regalos y milagros diariamente.