Por Estela Brioso M
Durante esta semana, las reflexiones siguen en torno a la vida, a su defensa y cuidado.
En lenguaje sencillo, la gente suele decir dos frases relacionadas a la vida buena o la señal de mala vida o debilidad: “fulana/o está lleno/a de vida. Parece que le han sacado la vida” y es que la vida se representa tal como se está viviendo, en fortaleza o en debilidad.
Hoy día, transitan en la humanidad varias formas en torno a la valoración de la vida, por un lado, aparecen grupos a los que aparentemente, no le dice nada el respeto a la vida en ninguna de sus etapas; por otro lado, aparecen quienes parecen tener un negocio con la vida, y el ponerla en riesgo o atentar contra ella se convierte en la fuente primera de ganancia, así, le encuentran sentido a la guerra y a todas sus maniobras. En su defecto, hay otros grupos minoritarios, que siguen apostando con y por la vida, de forma integral, siguen creyendo en su valor, en su fuerza y en su nobleza.
Son testigos de la vida nueva
Muchas personas, alrededor del mundo, van siendo testigo de un llamado mayor a cuidar la vida, llamado al que todos y todas estamos convocados, más no todos respondemos con la misma intensidad, este llamado, muchas veces viene de haber sido testigo de la fuerza de la vida misma, de haber visto con los propios ojos y sentido en la propia piel como ella resurge y se abre paso, así como lo hace el agua en medio del camino, quien, sin preguntar a nadie va haciendo su propio sendero.
Este llamado a la valoración de la vida, mueve a sentir con mayor plenitud, a despertar, a recordarnos el sentido de lo que es vivir, el cual, va más allá de respirar, más allá de la rutina que nos embota la mirada, el sentir, el comportarnos, el relacionarnos, en fin, nos embota la vida, y al parecer, hoy estamos asistiendo a esa escuela de embotamiento, en sentido general, y se muestra al reducir la cercanía, al dejarnos inundar por la rutina cotidiana, al subirnos en el carro de la falta de criticidad, valoración y vivacidad. Por suerte, y justamente en este contexto, es que se nos abre la oportunidad de retomar la vida y hacernos testigos de ella, mirándola con amor.
Para testificar una vida nueva, es necesario estar conectado con ella, haberse sentido convocado por ella, también es necesario, dar el paso y decir sí a ella, y es entonces, cuando al renovar la mirada vemos señales de su existencia en todas partes, en los atardeceres, en el niño o niña que se deja conducir por su progenitor/a, en el gesto sencillo y noble que alguien realiza por otro/a, en el presenciar a un hijo/a pidiendo la bendición de su padre o madre; en fin, la vida brota por doquier, más, es necesario tener los ojos abiertos para no pisarla.
Ustedes son testigo de una vida nueva. Lucas 24, 35-48
En torno al tiempo de la pascua de resurrección, el evangelista Lucas, hace un resumen de todos los episodios que fueron viviendo las primeras comunidades cristianas: dudas, temores, encuentros, desencuentros, y sobre todas las cosas, fe y certeza de que la vida se hacía presente con más fuerza cada vez. De una manera u otra, era el contacto directo y constante con una rica fuente de vida.
Ustedes son testigos de esto, Lc 24, 48
El texto puede ser visto desde una mirada amplia que va desde lo religioso a lo ético y mucho más, por eso, podemos mirar desde varios sentidos, y en esa óptica, ser testigo de la vida desde los pequeños o grandes momentos que vivimos:
Desde el compartir buenas noticias que propician una vida digna y valiosa.
Desde las formas sencillas de encuentro entre familias, comunidades y personas que fortalecen nuestro caminar.
Desde el descubrir gestos y valores que nos impulsan a vivir más y mejor.
En los gestos de humanidad que a cada momento suceden por doquier en frente nuestro,
Y desde los círculos de sanación e integración que conectan con la vida plena, allí es la vida.