Un grito de desesperación

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Por Yanibel Luna Duran
Estudiante de Relaciones Publicas UASD

Yanibel Luna Duran Estudiante de Relaciones Publicas UASD

La violencia contra la mujer, suele tener su origen en la familia patriarcal, donde actualmente esta puede aparecer estar eliminada; en sus orígenes, convirtió a la mujer en objeto del hombre, el patriarca. La mujer pasaba de las manos del padre a las manos del esposo, teniendo ambos plena autoridad sobre ella, incluso, sobre su vida.

Aquí vemos a una mujer sumisa, sacrificada y maltratada.
Sin embargo, no podemos negar que hoy en día tenemos nuestros propios derechos. Gracias a la lucha incansable de mujeres dominicanas que dieron su vida para que estos se nos sean dado en la actualidad.

Aun así, el tema del maltrato hacia la mujer no deja de ser un inconveniente, a diario vemos como son violados estos derechos y estas acciones no tiene un castigo para quienes cometen el delito. Y no es que no lo tenga, ¡Claro que no! El problema radica en que tenemos una República Dominicana donde el sistema de justicia es deficiente para ejecutar la verdadera acción antes tantas quejas, y esto queda demostrado a partir de la promulgación de la ley 24-97, el cual se introdujo en el derecho penal dominicano la tipificación de la violencia de la mujer y donde los índices de violencia nos muestran fallas en el sistema, producto de que la aplicación de esta legislación y otras se ha hecho difícil por la falta de mecanismo efectivos dentro de la sociedad y del sistema de derecho. Por tanto, dejo por verificado que lo único efectivo que tiene nuestro sistema de justicia es introducir y modificar las leyes; para así hacer de nuestra constitución un papel con el que cualquiera puede jugar porque lo está ahí no se aplica como debería.

Y justo aquí, es donde para mi empieza todo y ya no quiero exigir, porque exigir es una palabra muy diplomática y lo que sale de mí, es furia e impotencia al tener que ver de manera directa e indirecta como las mujeres están siendo maltrata e incluso electrocutada. Lo que sale de mí, es un grito de desesperación.

Queremos leyes que nos protejan de verdad, y que cuando nos toque encomiar el día de la mujer, no celebremos la causa de que de muchas ya han muerto por manos criminales y otras están siendo maltratadas, y que mejor ovacionemos el hecho de ser mujeres libres con igualdad de oportunidades. Y que no tengamos que solemnizar el día de la no violencia contra la mujer, porque esta podría ser eliminada en su máxima expresión sí los plebiscitos se establecieran de manera eficaz.