Érase una vez, cuando la humanidad pensaba que estaba en el máximo momento de la modernidad, las cosas cambiaron y los y las humanas empezaron a encontrar una nueva forma de relacionarse.
Con el párrafo anterior quiero empezar esta reflexión, y lo hago en sentido metafórico, pero en cierto sentido también real, pues estamos asistiendo a un momento de la historia donde muchas cosas han entrado en relatividad, y lo absoluto sólo queda a Dios.
¿Qué está pasando?
¿Quién lo sabe? En realidad, se pueden hacer muchísimos análisis, a nivel social, político, económico, científico; sin embargo, la respuesta no está en las manos de nadie. Y si perdemos de vista dónde puede haber un rayito de luz en medio del túnel, entonces hemos perdido una gran oportunidad.
Varios grupos están aguardando una mirada hacia la dimensión espiritual, y realmente puede ser una llamada o una salida. Comprendiendo que la espiritualidad no se reduce a religiosidad, al contrario, la sobrepasa.
Para el teólogo Karl Rahner, la espiritualidad “es la vida toda”, o en otro sentido, es “la vida atravesada por el espíritu”. Es decir, una dimensión que trasciende el aquí y el ahora. La espiritualidad nos conecta a otro nivel.
Cuando la espiritualidad nos atraviesa, entonces podemos ver con otros ojos la realidad, y lejos de quedarnos en la calamidad, contamos con nuevas fuerzas para encontrar paz en medio de la tormenta, vida en medio del caos, novedad en medio de la oscuridad. Este llamado no podemos perderlo de vista, pues el rumbo que llevábamos como humanidad no era de lo que más nos ayudaba.
Por esencia, contamos con el germen de la vida, sin embargo, por alguna razón poderosa, sólo los humanos en pleno razonamiento nos alejamos de ella, creando nuestro propio laberinto; por tanto, el cambio es una llamada urgente.
Lo que sí sabemos es
Que muchas cosas básicas que pensábamos que estaban superadas, no era así, pues resulta que estamos aprendiendo a lavarnos las manos, a higienizar los espacios, a usar modales de urbanidad en cuento a cercanía y distancia, ahora la última más que la primera.
Ahora sabemos lo necesario que se torna lo que antes dábamos por sentado, cuánto cuesta el entrar y salir sin peligro, quiénes son importante en nuestra vida, y concluimos que todos, pues mientras unos están en casa, otros siguen afuera para que los que están en casa en la totalidad del tiempo, tengan alimentos para comer, medicinas, lugar de salud, en fin.
Parece un cuento
Pero no lo es, es una realidad que está invitando a algo mayor, si ampliamos la mirada, algo va a cambiar, podrán salir nuevos aprendizajes, nuevos modelos o estilos de vida.
Y en realidad, ya nada será igual, y quienes se afanen en querer seguir la vida de igual forma, tendrán que ajustarse al cambio que está asistiendo a la humanidad. En las calles más transitadas de algunos países, podemos ver a los animales paseándose por ella, los pájaros nos están asistiendo con grandes conciertos gratuitos; y nos sorprende pensar que no se habían extinguido, sino que estaban huyendo de los humanos.
Es una realidad
El hecho de saber que una ruta cierta nos conduce por el camino de la espiritualidad, es una invitación a poder comprender cuál es la enseñanza, pues el camino nos conduce a mirar los aprendizajes que están surgiendo, las llamadas planetarias, divina y humana.
Estamos asistiendo a nueva manera de valorarnos, comprendernos y darnos la mano, asistimos a otra forma de ser humanidad, una forma que valore más el aporte de cada uno, donde podamos gestionar maneras especiales y humanas de buen trato, donde el respeto y la compasión sean parte de nuestra realidad cotidiana.
Conectemos con la trascendencia
Es una invitación saludable, y más hoy cuando hemos visto que nuestras manos como humanidad se han quedado vacía. ¿Hacia dónde nos escapamos? ¿Quién puede salvarnos? Si huir fuera la solución, pudiéramos hacerlo, más la noticia es que no hay escape alguno, estamos llamados con urgencia a dejar que el espíritu atraviese nuestra vida, a dejarnos guiar por una fuerza mayor, la cual dará la luz que necesitamos para salir adelante como humanidad en plenitud.