Por: Misael Pérez Montero
Aquellos que en la actualidad nos encontramos incursionando en el derecho internacional, tanto público como privado; de vez en cuando nos preguntamos qué modelo consideraría, Kissinger-
padre de la diplomacia moderna; escogió Europa para regular sus relaciones diplomáticas. De seguro que las repuestas estarían condicionadas a la lectura e interpretación del lector en relación a sus obras cumbres: Armas nucleares y política internacional, Política exterior americana, ¿Crisis de la seguridad europea?, Mis memorias, Diplomacia, Un mundo restaurado, China, Orden mundial.
A mi entender el modelo Europeo, sin duda a equivoco; se caracteriza por la búsqueda del “Equilibrio del Poder” y la interpretación geopolítica de la realidad internacional; las guerras son la consecuencia de la ruptura de dicho equilibrio y, a su vez, un modo de recuperarlo. Por tanto, su punto de partida en sus análisis históricos se encuentran, por lo tanto, en el primer modelo moderno de “Equilibrio del Poder” en Europa: el diseñado por el Cardenal Richelieu.
Este concepto surge debido a que: Los historiadores describen como sistema europeo de “Equilibrio del Poder” surgido en el siglo XVII cuando se derrumba el sistema medieval y pasa a la universalidad. Hoy día; este concepto es llamado orden mundial que representaba la fusión de las tradiciones del Imperio romano y de la Iglesia católica. Se creía que el mundo era como un espejo de los cielos: así como un Dios gobernaba el Cielo un emperador gobernaría el mundo secular, y un papa, la Iglesia universal.
No me cabe la menor duda de que Kissinger considera, a pesar de su avanzada edad; que Europa ha elegido el modelo de “Equilibrio del Poder” como medio para regular sus relaciones, dominadas por una belicosidad innata o por un amor a la intriga, al contrario. Y si la insistencia en la democracia y en el derecho internacional fue producto del sentido Norteamericano de la seguridad, la diplomacia europea se forjó en la escuela de los duros golpes.
Tras una exhaustiva lectura y un análisis profundo, a sus obras; me parece que para este autor, con una vasta experiencia como Jefe de Misión; resulta evidente, y esencial comprender de qué modo el concepto de “Equilibrio de Poder”, asociado a una visión geopolítica de las relaciones internacionales, produce rechazo en la mentalidad idealista norteamericana, es decir; siempre que los norteamericanos han reflexionado sobre la política exterior han llegado a la conclusión de que las congojas de Europa han sido causadas por el sistema de equilibrios de poder.
Me explico: Las naciones europeas no eligieron el “Equilibrio del Poder” como medio para regular sus relaciones, dominadas por una belicosidad innata o por un amor a la intriga, muy propio del Viejo Mundo. Europa se enfrascó en la política del “equilibrio del Poder” cuando se desplomó su primera elección, el sueño medieval de un imperio universal, y de las cenizas de aquella antigua aspiración surgió un puñado de Estados de fuerza equiparable.
Y cuando esto ocurre, indudablemente; la diversidad de Estados constituidos les obliga, uno a otro; a enfrentarse entre sí. Y las consecuencias solo arrojan dos resultados: O bien un Estado se vuelve tan poderoso que domina a todos los demás y crea un imperio, o ningún Estado es lo bastante poderoso para alcanzar esta meta. En el último caso, las pretensiones del miembro más agresivo de la comunidad internacional son mantenidas a raya por una combinación de los demás; en otras palabras, por el funcionamiento del “Equilibrio del Poder”.
Que no quepa la menor duda, el sistema del “Equilibrio del poder” no se proponía evitar crisis, ni siquiera guerras. Se creía que, cuando funcionaba debidamente, limitaba la capacidad de unos Estados para dominar a otros a la vez que reducía el alcance de los conflictos. Su meta no era tanto la paz cuanto la estabilidad y la moderación.
Por definición, una disposición de “Equilibrio del Poder” no puede satisfacer por completo a cada miembro del sistema internacional; dígase Estado, funciona mejor cuando mantiene la insatisfacción por debajo del nivel en que la parte ofendida trataría de alterar el orden internacional. A menudo, los teóricos del “Equilibrio del Poder” nos dan la impresión de que ésta es la forma natural de las relaciones internacionales, pero de hecho sólo rara vez han existido sistemas de “Equilibrio del Poder” en la historia humana. El hemisferio occidental hasta el día de hoy no ha conocido ninguno.
En cuanto a Estados Unidos (EE.UU) frente a la visión realista, maquiavélica, de las relaciones internacionales Kissinger describe una visión estadounidense claramente diferenciada de la de Europa que se explica desde su propia experiencia histórica. Por ello, la excepcionalidad norteamericana, el sentimiento individual y colectivo; de pertenecer a una nación de rango ético superior y la convicción apasionada de que sus propios valores han de tener aplicación universal, nace del hecho de que ningún otro Estado fue creado conscientemente para encarnar la idea de libertad y prosperidad.
Las singularidades que los Estados Unidos de Norteamérica (USA-EE.UU) se ha caracterizado hacia dos actitudes contradictorias en relación a la política exterior: La primera, es que la mejor forma en que los Estados Unidos sirven a sus valores es perfeccionando la democracia del propio país, actuando así como faro para el resto de la humanidad; sin que ello signifique que van en la dirección correcta, y la segunda, es que los valores de la nación le impone a si misma la obligación de defenderlos universalmente.
Nota: “Henry Kissinger, fue secretario de Estado norteamericano de 1973 a 1977 y Premio Nobel de la Paz en 1973, es uno de los diplomáticos más famosos del siglo XX, en su obra más relevante “La diplomacia”, se propone el autor ilustrar lo que es realmente la diplomacia, y cómo se ha ido formando el mundo en el que vivimos”.