Por Loren Carrasco Estudiante de periodismo de la UASD
República Dominicana cuenta con una población de 5 millones 086 mil 296 mujeres y de 5 millones 082 mil 876 hombres, de acuerdo con cifras obtenidas de la Oficina Nacional de Estadística (ONE). Las mujeres representan el 59,6 % de la población de 15 años o más que ha cursado alguna carrera universitaria en el país, superando la presencia masculina en estudios superiores.
La ausencia masculina es notable en las universidades dominicanas, esto supone grandes desafíos para el Estado, que debe velar porque el mercado laboral tenga los profesionales necesarios en las distintas áreas para sostener el desarrollo.
Los hombres desertan de la formación superior para integrarse en el mundo laboral porque en una edad determinada inician a tener necesidades que en la mayoría de los casos los padres no pueden costear, además de la dependencia que al ir evolucionando empieza a tener el ser humano.
En múltiples ocasiones los varones no siguen estudiando pero tampoco logran ingresar a un trabajo digno porque las empresas hacen énfasis en los años de experiencia que debe tener una persona para optar por un trabajo en el país.
Este hecho produce grandes consecuencias porque la ausencia en los estudios y en el mercado laboral genera pérdida de valores, que los convierte en presas fáciles de caer en drogadicción y delincuencia en donde terminan siendo excluidos de la sociedad quedando expuestos a vulnerabilidad social; asimismo, al no tener trabajo, serán una carga para la sociedad.
Quienes no están empleados, ni cursan una carrera en la universidad, tienen mayor probabilidad de incurrir en conductas delictivas, poniendo en riesgo su salud y la de otros. Y como vivimos es una sociedad tan estereotipada las personas que no completan su educación, mayormente quedan excluida de instituciones sociales, culturales, políticas y económicas, determinando que no tienen un trabajo estable o que carecen de educación.
El abandono a la universidad cada día es más frecuente, muchos implementan la teoría de que para tener buena posición económica no hay que estudiar solo ser emprendedor y trabajar, siguiendo el ejemplo de algunos millonarios mundiales que lograron emprender en el mercado laboral por algunos proyectos ideados. Pero la mayor cuestionante es que ¿Quienes siguen este patrón han investigado si estas personas para poder lograr su propósito tuvieron alguna base académica? Mayormente los jóvenes no se interesan por investigar y documentarse solo se desmotivan y no continúan sus estudios para enfocarse en el mercado laboral.
Matrícula universitaria
En 2016, República Dominicana tuvo 1,600,000 personas con estudios universitarios, lo cual representa 22% de la población mayor a quince años de edad, que en datos de la encuesta En hogar 2015, de la Oficina Nacional de Estadística (ONE), es de 7,164,910 personas.
Ese número de estudiantes que llega a las aulas ha marcado un ritmo creciente hasta las 41,527 personas que se gradúan por año en las universidades, según datos de la ONE, que recoge las variaciones de graduados en los ocho años del período entre 2007 y 2014.
En la cabeza de las que más profesionales aportan al país está la Autónoma de Santo Domingo (UASD), un promedio de 8,935 egresados por año y la Tecnológica de Santiago (Utesa) con 3,411 como promedio en el período ya citado.
Feminización en la matricula
La realidad estudiantil en las universidades habla de la feminización en la matrícula, un hecho respaldado por números: 62.8% de los estudiantes son mujeres y el restante 37.2% son hombres, de acuerdo a los datos de la Oficina Nacional de Estadística (ONE). Cuando se mira a las edades, domina el grupo de años comprendido entre los 20 y los 24, que representan 43.6% de la actual matrícula estudiantil; y 21.4% entre los 25 y 29 años.
Además, de la población de 15 años o más que logra realizar una especialización, el 63,6 % son mujeres reafirmando el empoderamiento de la mujer dominicana y la feminización de la educación superior en el país.
Las mujeres dominicanas superan por mucho a los hombres en el número de profesionales egresados de universidades u otras instituciones de educación superior, con una media nacional de 65% de mujeres contra apenas 35% de hombres. En algunas provincias el porcentaje de mujeres profesionales superiores es de más de 80 por ciento con relación a los hombres.
Deserción masculina universitaria
La deserción en la educación es un problema que limita el desarrollo humano, social y económico de la persona y del país. Tinto (1992) considera la deserción como el abandono de la educación.
Cada vez son más los jóvenes que alargan las filas de ‘desertores’ de la universidad. Unos lo hacen por cansancio, otros porque van perdiendo materias, se sienten desanimados o se casan, pero en la mayoría de los casos, el abandono de la carrera obedece a motivos económicos.
Lo cierto es que la deserción en la educación superior es uno de los problemas más preocupantes. El fenómeno se refiere al abandono, voluntario o forzoso, del programa académico en el que se matriculó un estudiante.
El abandono de los estudios universitarios tiene causas claras, siendo las siguientes las principales:
Académicas: es el caso del alumno que va perdiendo y se retira porque no cumple con los requisitos de permanencia o, pierde materias, se desanima y se va.
Motivos financieros: por lo general, razones económicas relacionadas con la primera causa.
Problemas familiares y personales: se deben a motivos más individuales pero que, en la mayoría de los casos, se asocian con condiciones de salud, cambio de estado civil y desmotivación.
Falta de orientación profesional: el caso del joven que no sabe bien qué va a estudiar y se cambia de una carrera a otra. Y al final se desmotiva y decide no volver a estudiar
Lo cierto es que la tasa de deserción es más alta en las instituciones privadas por los altos costos de las matrículas y más frecuente en los hombres que en las mujeres (a pesar de la maternidad).
La deserción es un fenómeno generalizado en el mundo. Hay países desarrollados con tasas altas, como Alemania y Argentina, sobre todo en casos de estudiantes que dejan sus carreras porque encuentran una nueva opción de vida.
Principales carreras abandonadas
“Las personas que tienen mayor tendencia a la deserción universitaria son quienes cursan las carreras de Informática (54.4%), Comunicación y Publicidad (47.2%), otras Ingenierías y Tecnologías (46.5%), Mercadeo (46.4%) y Psicología (46.0%)”, según el estudio de la ONE.
Los que menos abandonan las aulas pertenecen a Educación Primaria (23.1%), Economía y carreras afines (27.4%), Medicina (29.5%), y otras especialidades de la educación (30.8%).
La ONE advierte que el fenómeno de la retirada definitiva de un estudiante universitario refleja “el fracaso del sistema de educación superior, en la retención de las personas que ingresan a las instituciones a formarse en las diferentes áreas del saber para asegurarse un porvenir mejor una vez graduadas”.
Hablan los Expertos
La directora de Orientación Profesional de la UASD, Rosalía Peña, explico al periódico Hoy que, además de la falta de recursos económicos, los bachilleres dejan los estudios universitarios por inseguridad laboral, falta de conocimientos y la rigidez de las academias.
Explica que los matriculados de escasos recursos son los más proclives a hacer una parada en su educación, “por lo menos por un año”. Advirtió que cuando los alumnos no tienen habilidades en un área corren el riesgo de pasar a la fila de los “nini”, que son aquellos que ni están trabajando ni estudiando.
El sociólogo Cándido Mercedes se va aún más lejos sobre este problema y agrega que “el fenómeno es producto de la inseguridad laboral”.
Con esto coincidió el economista Ricardo Severino, quien añadió que las deficiencias de las universidades incrementan las estadísticas.
“Esta situación no solo afecta a los estudiantes, sino también la productividad del Estado. Es una pérdida en dinero para el país”, sostuvo.
¿Cómo enfrentar la deserción?
Abandonar los estudios tiene consecuencias de orden económico, laboral, emocional y social que afectan tanto al estudiante y los padres de familia, como a la institución y al Estado.
Es por eso que hoy, como estrategia contra la deserción, las instituciones buscan fomentar el crédito educativo y establecer acciones como los estímulos para transporte público y un subsidio de manutención.
Estrategias para que no dejen las aulas universitarias:
Programas de seguimiento a estudiantes.
- Consejerías y talleres para facilitar la adaptación de los estudiantes al ambiente universitario.
- Apoyo a la formación docente.
- Programas de bienestar como bono alimentario y de alojamiento
- Programas de atención como consulta médica, odontológica, nutricional y psicológica.
- Programa de orientación sobre la vida universitaria al salir de la secundaria (implementado por las escuelas).
- Préstamo estudiantil, que disminuye la probabilidad de desertar en un 50 por ciento en comparación con estudiantes que tienen las mismas condiciones socioeconómicas pero que no cuentan con crédito.
- Creación de empleos por las universidades con relación a las mismas carreras de estudio que sobrelleven el horario del estudiante; además de que permitan capacitación del área elegida.
Estas estrategias si son tomadas en cuenta por el Estado, los ministerios correspondientes y las universidades, podrían ser aprovechadas por quienes han desertado y estos volverían a reintegrarse a los estudios. Y quienes están pensando en abandonar por algunas de las causas citadas anteriormente, si implementan estas tácticas le podrían servir de motivación y como oportunidad para seguir adelante y cumplir con el logro de ser profesional.