“El miedo pone nuestra mente a ver lo que ella quiera ver. Pero la fe te hace ver a Dios, escuchar a Dios y sentir su presencia en todo momento y en todo tiempo”
El predicador, conferencista y escritor dominicano católico Saulo Hidalgo ofrece un mensaje de fe y esperanza en estos tiempos de “con vida” y a la vez de ver la presencia divina en todos nuestros momentos.
¿Por qué se cree que Dios se ha olvidado de uno cuando pasan cosas que interpretamos como malas?
En una ocasión, cuando había perdido todo y la esposa le inquirió esta misma pregunta, Job respondió: “¡Resulta que estamos dispuestos a recibir de Dios lo bueno y no lo estamos para recibir lo malo!” (Job 2, 10). La verdad es que la naturaleza humana siempre va dirigida a buscar un culpable de todo y Dios, que no se defiende, es quién recibe la mayor fuerza en los ataques. Cuando nos vienen cosas malas, enfermedades o pérdidas, en lugar de dedicarnos a sufrir buscando un por qué o un responsable, necesitamos aprender esas lecciones que no se aprenden de otra manera. En mis momentos difíciles, he aprendido que siempre Dios saca algo bueno de lo malo, aunque no lo veamos en el momento.
Muchas veces se ven las catástrofes como las que vivimos actualmente como un castigo de Dios ¿es esto así, Dios castiga?
Dios no castiga. Corregir no es castigar y castigar no es corregir. Hay ocasiones en que es necesario experimentar el dolor y la desgracia para que uno pueda cambiar. Hay personas que hasta que no tocan fondo, no se dan cuenta de lo equivocados que estaban. Caen una y otra y otra vez y no cambian. Le destruyen el corazón a su familia y siguen como si nada estuviese pasando. Entonces, llega una desgracia y hasta ahí se dan cuenta que había que cambiar. Dios alerta, habla, corrige, nos deja saber que no somos dueños del mundo y que nuestro poder es limitado. Somos invitados a vivir en el mundo, no somos dueños de él.
Una persona que sirve a Dios y vive una tribulación de pronto puede ver su fe disminuida o ser señalado por los demás que no creen ¿qué podría decirnos, cómo podría encontrar paz esta persona?
Servir a Dios no es una vacuna contra enfermedades o desgracias. Es una seguridad de que cuando lleguen las desgracias o las dificultades, tendremos la fuerza, la capacidad y la confianza de que Dios no nos abandonará, que saldremos adelante sea cual sea la situación. Servir a Dios es garantía de que estamos haciendo lo que a Él le agrada y que Él nos sostendrá y nos sacará adelante. Los que servimos al Rey de Reyes nunca estamos en el suelo: «O estamos de pie, o nos estamos levantando”. Además, servir a Dios y a los demás es el mejor antídoto contra la depresión. No hay mejor medicina contra la depresión que servir. Los que se ocupan en servir, no tienen tiempo ni espacio para deprimirse.
¿Cómo podemos ver a Dios en situaciones difíciles?
Muchas veces ver a Dios es difícil, aunque todo marche bien. En los momentos difíciles es aún peor. Hasta los discípulos no vieron a Jesús en la tormenta. Estaban más dispuestos a ver fantasmas que a Dios. No estoy diciendo que Dios no esté presente en las tormentas o en los momentos buenos de nuestra vida. No quiere decir que Dios no esté en la tormenta. A veces se tarda en aparecer como sucedió en esa ocasión (Mateo 14, 22-ss). El problema reside en lo que queremos ver. El miedo pone nuestra mente a ver lo que ella quiera ver. Pero la fe te hace ver a Dios, escuchar a Dios y sentir su presencia en todo momento y en todo tiempo. La fe te hace controlar el miedo y vencerlo.
El mundo está viviendo situaciones muy difíciles en la actualidad ¿cuál sería su mensaje para vivir aún en el dolor, la ansiedad y la incertidumbre?
Mi mensaje es sencillo: “Paz, en medio de la tormenta”. Dios es más grande que el coronavirus, que el desempleo y que la inseguridad. Es tiempo de humillarnos ante Él, pero de verdad. Tenemos que tomar decisiones serias. La palabra crisis, viene del griego “Krisis” que significa decisión. Estar en una crisis es estar en un momento decisivo en el cual tenemos que decidir la vida y no la muerte, la verdad y no la mentira, la justicia y no la injusticia, la solidaridad y no el egoísmo. Siempre queremos lo fácil, buscamos pegarnos de alguien que diga que con hacer un rito o una oración, se acabará el problema. Esto no es asunto de hacer un rito un día o una oración un día. Es asunto de “cambios”. Hay que trabajar en cambiar. Hay que esforzarse. Todo mundo quiere lo fácil, que otro ore, que otro haga. Hay que estudiar, hay que orar, hay que ir a la iglesia siempre, no solo en la crisis y un día tal vez. Es tiempo de abandonar el estilo de improvisación, de vivir como si nada importara, y levantar la mirada al cielo.
¿Se puede tener paz aún en esta situación?
La paz es el resultado de la confianza. La paz cristiana no es ausencia de guerra, es la capacidad de atravesar la guerra y la tormenta, aunque sea caminando sobre ellas. Paz es saber que si Dios no calma la tormenta, nos hará capaces de caminar sobre las aguas. Paz es saber lo que sabía el profeta Isaías: “Si pasas por las aguas, Yo estoy contigo, si por los ríos, no te ahogarán. Si andas por el fuego, no te quemarás, ni la llama prenderá en ti. Porque yo soy Yahvé tu Dios, el Santo de Israel, tu salvador” (Isaías 43, 2-3)
¿Cómo acercarse a Dios si aún no lo hemos hecho?
Dedicar todo el tiempo posible a buscar a Dios. Dedicación es la clave. Aquello que más te importa es aquello a lo que más tiempo le dedicas. No es sólo unos minutos cuando te sale o te sobra el tiempo y ya. Para conocer a Dios hay que dedicarle tiempo. Orar, leer la Biblia, escuchar las predicaciones, asistir a la Iglesia, aprender a dejarse guiar de las personas correctas y poner nuestra vida en orden divino. Y abandonarse en las manos de Dios, que es el lugar más seguro sobre la tierra en este momento igual que nuestra casa.
¿Qué enseñanzas usted cree nos dejará esta situación de crisis de salud que estamos viviendo?
Lo primero es que saldremos de esta pandemia más conscientes, más humanos y más saludables. A partir de esto cuidaremos más nuestra salud, le daremos más valor a nuestros viejos. Pondremos más atención a cuidar la vida, que es el regalo más valioso que tenemos. Entenderemos que no es tan importante la vanidad y que el poder no sirve para nada ante situaciones como estas. Valoraremos a los que se han dedicado a cuidarnos y a servirnos a pesar de los riesgos. Buscaremos a Dios de todo corazón y entenderemos que Jesucristo es el Señor, dueño de todo y único antídoto contra la muerte. Que en Cristo somos más que vencedores. Saldremos más pacientes y más conscientes.
«Muchas bendiciones y ánimo, Dios jamás ha defraudado a nadie que haya confiado en Él. Con mucho amor», Saulo Hidalgo