Los otros Machu Picchu

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Ni Machu Picchu es la única ciudadela de Perú ni los incas lo hicieron todo. El país andino pone en valor otras construcciones grandiosas para diversificar el turismo. Aquí van tres de las mejores

Por Paco Nadal – El País

Peru –  Hay dos errores recurrentes entre los viajeros a Perú. Creer que Machu Picchu es único. Y confundir la historia precolombina de Perú con la de los incas. El Imperio inca duró 100 años, desde 1438 hasta 1532, cuando Pizarro hizo preso a Atahualpa en Cajamarca. Imposible en tan corto periodo de tiempo aprender y desarrollar semejantes técnicas constructivas, agrícolas y de organización territorial como de las que hicieron gala los quechuas. En realidad los incas solo fueron la punta de un iceberg de más de 5.000 años de historia en los que sucesivos pueblos, desde los paracas a los huari, pasando por los mochicas, los chancas o los chimu fueron acumulando conocimientos y sabiduría para domesticar un territorio tan vasto. Los incas heredaron esos conocimientos y los mejoraron, pero digamos que el copyright no es completamente suyo. Por eso hay muchos machupicchus en Perú y no todos hechos por los incas. Estos son tres yacimientos arqueológicos de suma importancia que también deberías conocer:

Muralla de la ciudadela de Kuelap – Shutterstock

Kuelap
En marzo del año pasado el presidente Pedro Pablo Kuczynski inauguró el primer telecabina del país. La infraestructura -de 26 góndolas- permite a los visitantes acceder en 20 minutos a la ciudadela de Kuelap, ahorrando un viaje de 32 kilómetros por pistas de tierra que demoraba 90 minutos. Kuelap es la mayor ciudad conocida de la cultura chachapoyas, un pueblo que floreció en la ceja de selva en lo que hoy es el departamento de Amazonas, entre el siglo VIII y el XVI. Es decir, muchos antes de que aparecieran los incas. Fueron unos grandes maestros de la piedra y levantaron en un cerro de forma alargada a 3.000 metros de altitud, en el valle del río Utcubamba, afluente del Amazonas, la increíble ciudad-fortaleza de Kuelap. Nada más llegar impresiona la muralla de sillar de piedra caliza que rodea todo el conjunto. Tiene 20 metros de alta y se encuentra en buen estado de conservación. Tres estrechos pasadizos, por los que un hipotético ejército atacante hubiera tenido que pasar de uno en uno, dan acceso al interior.

Restos de viviendas circulares de la ciudadela de Kuelap. Shutterstock

Allí se despliegan las evidencias de más de 500 viviendas circulares, además de torreones, observatorios astronómicos, restos de viviendas de sacerdotes y nobles y el templo Mayor, en forma de cono truncado e invertido. Kuelap estuvo comida por la selva hasta 1843, cuando un funcionario enviado desde Lima se percató que aquella montaña de piedras era una construcción hecha por el ser humano.

Choquequirao en Quechua significa «Cuna de Oro» Shutterstock

Choquequirao
Le llaman la hermana de Machu Picchu, y de hecho no está muy lejos de esta. Es de origen inca y se eleva en otra montaña selvática del departamento de Cusco, a 169 kilómetros de la capital. Choquequirao, que en quechua significa «cuna de oro», fue un centro cultural y religioso. Probablemente más importante que Machu Picchu, solo que esta última está ahora excavada, accesible y puesta en valor, mientras que muchos secretos de Choquequirao están aún bajo la maleza. Y más importante aún: no hay carretera para llegar a ella; la única manera es a pie o en mula, salvando 63 kilómetros (entre ida y vuelta) desde la aldea de Cachora, un pueblito colonial de casas de adobe en la cuenca del río Apurimac. Esa inaccesibilidad ha mantenido a Choquequirao al margen del frenesí del turismo y hace de su visita una verdadera aventura, solo para viajeros con ganas de salir de rutas trilladas. Funcionó como una especie de puesto avanzado entre la selva amazónica y la capital del imperio, Cusco.

Se le considera también uno de los últimos bastiones de resistencia de los fieles a Manco Inca cuando los españoles sitiaron y tomaron Cusco en 1535. Quedan evidencias de lugares de culto, del complejo sistema de riego, de viviendas para sus casi 10.000 habitantes y, como en Machu Picchu, de los andenes que servía para cultivar y como soporte de las edificaciones.

Templo Mayor de Chavín de Huantar . Shutterstock

Chavín de Huantar
Mil doscientos años antes de Cristo —contemporáneo por tanto de la Babilonia asiria y el Egipto faraónico—, creció en los Andes peruanos una civilización considerada la madre de todas las demás: Chavín. Su poder se extendía desde Lambayeque al norte, hasta Ayacucho e Ica, al sur (un territorio de más de 1.500 kilómetros de longitud).
Las ruinas de lo que fue su capital pueden visitar aún en las cercanías de Chavín de Huantar, un pueblito encantador de la provincia

El Lanzón, ídolo tallado en piedra en el interior de Chavín. Shutterstock

de Huari, departamento de Áncash, en la vertiente este de la cordillera Blanca de los Andes, a 86 kilómetros de Huaraz. Para llegar hay que salvar el paso de Ka­huish, el segundo túnel de montaña más alto del mundo, situado a 4.516 metros de altitud. El yacimiento arqueológico no es tan espectacular como Kuelap o Choquequirao, pero lo que impresiona es su edad y la calidad de las estructuras. Se aprecia muy bien la gran plaza principal del conjunto y buena parte del templo Mayor, además de otras edificaciones menores.
Al excavar el templo Mayor apareció un ídolo de cinco metros de altura tallado en piedra – el Lanzón- que una vez acabados los trabajos se dejó en el mismo lugar en el que sus constructores lo colocaron hace ya más de 3.200 años. Chavín de Huantar no está construido en un valle de suelos fértiles por lo que se cree que tuvo una función de centro ceremonial y de peregrinación. Otra visita inexcusable a ese otro Perú arqueológico que va más allá de Machu Picchu y los incas.