Cuando los haitianos proclamaron la República de Haití, el primero de enero de 1804, no escogieron este nombre al azar. Dessalines, en contraposición al nombre europeo de la isla, que era Santo Domingo, prefirió emplear un vocablo de auténtico sabor isleño y escogió Haití, voz taína que significaba “tierra alta o montañosa”
Por Rafael Alvarez de los Santos
Santo Domingo, RD – La estrategia del miedo siempre ha sido efectiva tanto en procesos políticos como sociales porque el miedo une y genera un sentimiento que no es tan fácil describir. Esta estrategia, utilizada contra Peña Gómez, se centró en el argumento de la fusión de la isla, un temor que le pervive a esta sociedad y que me parece es hora de aclarar pues hay sectores que han vivido de sembrar este terror del mito de la fusión.
Es importante señalar que algunas de las ideas que asumo en este artículo han sido tomadas del prólogo que hiciera el historiador dominicano Juan Daniel Balcácer a la edición castellana del libro “La República de Haití y la República Dominicana” del intelectual haitiano Jean Price-Mars.
La circunstancia de que los dominicanos lográramos nuestra independencia tras la separación de Haití y no de España, como la generalidad de los países latinoamericanos; y el hecho de que durante la Primera República fuera menester concentrar toda la energía del naciente Estado para defenderse de las invasiones haitianas, fueron ingredientes que acentuaron aún más las diferencias culturales entre dominicanos y haitianos, hasta alcanzar niveles de un antagonismo poco menos que irreconciliable que se extendió hasta la esfera de lo racial y que palpita en la actitud del dominicano ante lo que implique el pueblo haitiano.
Estoy consciente, y es el primer llamado que quiero hacer, de que el abordaje de este discurso debe hacerse desde una perspectiva científica divorciada de la pasión irracional que produce todo sentimiento apócrifo de nacionalismo, de manera que se pueda captar su verdadero propósito, el cual consiste en “probar que los haitianos, nunca han aceptado pertenecer a una categoría accesoria de la especie humana “desde el comienzo de su nacionalidad. Ellos también decenas de años de luchas y sacrificios para construir su comunidad nacional y conservar su integridad contra todas las formas de imperialismo.
El tema de la supuesta fusión de la Isla de Haití y República Dominicana ha sido la estrategia del miedo más socorrida en nuestro país, pero ¿De dónde proviene esta ficción hecha realidad? ¿Quieren los haitianos la fusión de la isla? Intentaré dar respuesta a estas interrogantes en una serie de artículos que publicaré a partir de hoy.
Para asegurar la objetividad en mis planteamientos en este primer artículo presentaré la visión de la Isla que tenían los haitianos al momento de la invasión de la “una e indivisible”. Posteriormente iremos acentuando otras perspectivas.
Cuando los haitianos proclamaron la República de Haití, el primero de enero de 1804, no escogieron este nombre al azar. Dessalines, en contraposición al nombre europeo de la isla, que era Santo Domingo, prefirió emplear un vocablo de auténtico sabor isleño y escogió Haití, voz taína que significaba “tierra alta o montañosa”. De manera que, desde la misma concepción de Haití ya existía la intención de una identidad propia.
Es cierto que desde Haití se había asumido la ideología de que la Isla era una e indivisible sobre todo por Dessalines, Boyer y Cristóbal en los años de la invasión de Dessalines hasta la separación de 1844. Luego el emperador Soulouque reanudaría las hostilidades con Santo Domingo bajo la premisa de que la constitución haitiana estipulaba el principio de la preservación de la independencia de Haití sobre la base de la unidad político-administrativa del territorio insular.
Pero esta idea desapareció con Cristóbal, último líder haitiano que intentó unificar la isla, pues a partir de este fenómeno Haití construyó su propio discurso nacionalista procurando acentuar su identidad y amor por su patria tanto como nosotros los dominicanos. De esto seguiremos hablando…