Foto cortesía
Por: Ana Rosa Arias Cáceres
Fuente: www.impulsolatino.com
Querido Gaspar:
Han transcurrido más de cinco décadas y todavía recuerdo la única carta que me escribiste, fue en el 1971, en mi primera Navidad en Puerto Rico. Fue la última vez que te esperé. ¡Gaspar, eres mi Rey favorito!
Te ganaste mi corazón por tu lindo detalle de escribirme una cartita que encontré debajo del árbol y conservé por mucho tiempo. En ella te disculpabas por no haber podido traer regalos para nosotros. Con palabras sencillas me explicaste el cansancio extremo que sentían Melchor y Baltazar; con tantas entregas de regalos, tuvieron que dejar los regalos nuestros en la casa de Pancho (el mejor amigo de mi padre).
Tomaste una relevancia que valoro después de tanto tiempo; impactaste mi vida, ahora me doy cuenta lo grande que eres, llegaste sin regalo, ¡pero me dejaste una cartita! Eso fue maravilloso, a mi tierna edad de ocho años pude apreciar tu noble corazón.
Te confieso que nunca había sentido tanta prisa por ir a visitar al tío Pancho, como toda niña, estaba ansiosa por recoger mi regalo.
Recuerdo que los domingos eran los días de paseo en familia, era el único día de la semana que salíamos con mi padre, el tenía que trabajar muy duro toda la semana. En aquel entonces, éramos nueve hijos, más mi madre y mi padre, y la nevera, cada vez que se vaciaba un poco, mi padre volvía a rellenarla.
Con impaciente ilusión, ese 6 de enero en la tarde fuimos a recoger los regalos a la casa del tío Pancho y su esposa Simona. Reconozco que no me encantaba visitarlos, era un poco aburrido ir a sentarse en la sala a mirarnos las caras, mientras los adultos conversaban. Ellos eran mayores, no tenían niños, siempre fueron muy atentos con nosotros, su esposa era más seria, pero Pancho siempre nos recibía con una sonrisa, le gustaba ver televisión, solía estar cómodamente sin camisa y en chancletas en su sala.
Recuerdo que en nuestra casa a mi padre no le gustaba que ningún amigo de mis hermanos mayores entrara a la casa sin camisa, el decía que por respeto a sus hijas señoritas. Pancho, mientras Simona abría la puerta, iba rápido a ponerse la camisa. De regreso, luego del acostumbrado saludo de besos y abrazos, Pancho volvía a su mecedora, colocaba una pierna sobre sobre la otra, y con una mano se rascaba y masajeaba el dedo pequeño del pie. Acto seguido (como toda familia dominicana, Pancho era muy buen anfitrión), nos ofrecía algún refresco y galletas.
Había que ver la cara de mi hermano Tomás, (el más extrovertido de todos), nos buscaba con la mirada y con una sonrisa dibujada entre labios. Tapándonos la boca, nos reíamos a escondidas, y mis hermanos mayores rápido daban las «no muchas gracias», claro muy educadamente, como nos enseñó mi madre. Sabíamos que, al salir de allí, la tradición de mi padre era llevarnos a comer helado al Viejo San Juan.
Al fin llegó el momento, el esperado momento de recibir mi regalo de Reyes. ¡Era una caja enorme! la casita de muñecas que tanto quería me la trajo el Rey Gaspar! No recuerdo cómo la logramos montar en el carro. ¿Será que estoy perdiendo la memoria?
Por eso decidí escribirte hoy, estamos comenzando el 2025 y comienza una nueva etapa en mi vida. Son gratos los recuerdos desde República Dominicana que siguen intactos en mi mente y mi corazón.
Ustedes, tan mágicos, entraban a la casa tan callados, se convertían en hormigas, nunca pude verlos, pero encontré varias veces las pisadas en el pasillo, la yerba que les dejaba a los camellos quedaba dispersa en el suelo, y los regalos dejados debajo de la cama, por todas partes. a todos nos encantaba pasar el día encontrando regalos! ¡Ustedes eran muy creativos, fueron tan bellos! Cuando mi familia emigró a Puerto Rico, cambiaron muchas cosas.
¡Un día, releyendo tu carta, me di cuenta de que tu letra se parecía mucho a la letra de mi padre! Fui la única en recibir carta de ustedes; mis hermanos, con cierto aire de celo, siempre me han dicho que fui muy consentida, y en realidad creo que tienen razón. Haber nació en una familia grande, habían transcurrido cinco años de que mi madre no tenía hijos, y llegué yo, a ocupar el lugar número nueve entre diez hermanos, habiendo pasado dos años de mi niñez a cargo de mi hermana mayor en la República Dominicana, (mientras se completaba el proceso de residencia legal), alejada del amor de mis padres, creo que tuvo algo que ver con algunos de mis privilegios. Desde mi nacimiento fui la más pequeña, la consentida de dos padres maduros y cansados.
Pero volviendo a la cartita, pude ver a través de tus letras un gran corazón, expresado en palabras de consuelo para mi tierna ilusión de recibir tu regalo. Tu sentido de responsabilidad, y tu palabra cumplida, conquistaron el mío, siento una profunda admiración. ¡Gaspar, eres el mejor Rey de todos!
¿Recuerdas en República Dominicana cuando te pedí un piano y un columpio? Aunque no llegue a recibir esos dos regalos, fui muy feliz con mi carrito móvil, mis muñecas tiesas, los juegos de Jacks, las paletas de madera con bolitas, ¡ah! y disfrutaba tanto con los juguetes de mi hermano Rubén, (el menor), el que por su edad se acercaba más a mí, ¿y sabes una cosa? me divertía muchísimo jugando con sus bellotas de colores, el trompo y su yoyo.
Gaspar, te quiero contar tantas cosas, ya no vivo en Puerto Rico, perdí a mi padre en la Isla del Encanto el 1977, apenas yo tenía catorce años, seguramente lo sabes, ustedes son sabios, no quiero hacerte esta carta tan larga, espero tengas tiempo de leerla completa. Estoy muy emocionada al escribirte por primera vez.
Debes de saber que ya tengo mi piano, me lo regaló mi buen amigo Tony, es un gran músico y compositor cubano, un día mientras le realizaba una entrevista, le comentaba que siempre deseé un piano y no pude tenerlo, y sin pensarlo dos veces me dijo, «tengo uno en casa, mi esposa no lo quiere, el piano es tuyo» y me lo trajo de regalo! y también ya tengo el columpio! Mi esposo me lo regaló. Lo colocamos en nuestra finca nueva, que ha sido otro regalo inesperado de ese 2024. Está justo al lado del columpio de mi nietecita Luciani, la que me remonta a la parte esencial de mi niña. Ambas disfrutamos mecernos mientras observamos los pájaros pasar, y la vista del hermoso atardecer.
Este lugar lo habíamos soñado y Dios nos lo concedió. El frío intenso hizo que la yerba se secara en este invierno. Todos los árboles frutales que sembramos en agosto se secaron, esta vez no tengo yerba fresca para los camellos, es una zona hermosa donde siento la presencia de Dios, alejada del bullicio de la ciudad, los pajaritos me visitan por la mañana y la tarde, llegan todos los días, crio una pareja de gansos blancos que me mantienen entretenida y conectada con la naturaleza, se llaman Pepa y Pepo, y mi perro Chapo, ese se escapa por donde quiera, tengo que tener mucho ojo con él, hace hoyos y en la tierra y es muy noble, es el guardián de la finca, cada vez que ve un conejo salvaje, o una tortuga rápidamente le ladra, he ido aprendiendo a reconocer sus ladridos, que son muy diferentes cuando ve a un animal, o cuando percibe el cartero. En realidad, Chapo tiene muy poco trabajo como vigilante, por aquí no pasa gente, ve más animales salvajes, como las tortugas, los conejos, y los pájaros, y ya ni le ladra al cartero.
Por cierto, ¿cómo va la entrega de juguetes? Si se les hace de mañana. Por favor, observen el hermoso amanecer. Aquí no verán la estrella de Belén, pero podrán observar las demás estrellas, en esta zona, los amaneceres y atardeceres parecen una obra maestra, con sus tonos naranjas en escala, es un privilegio amanecer en este valle en el centro de Florida.
Mi querido Gaspar, me da pena decirte que, desde el 25 de diciembre en la noche, todos los vecinos apagaron las luces de Navidad, solo nuestra casa sigue iluminada. Nuestro Bosquecito Mágico (donde está el columpio), es el espacio donde los árboles rodean la entrada de la casa, y donde se reúnen a merendar decenas de pájaros que alimento diariamente, en especial vienen muchos cardenales, son esos pajaritos de color rojo que tienen el pico bordeado de color negro.
Dentro de la casa, mi arbolito sigue encendido y seguirá encendido hasta el 6 de enero, cuando concluye la Epifanía.Se me está haciendo muy tarde, tengo la luz encendida, de seguro ustedes no van a entrar si ven la luz prendida, tengo sueno, creo que me voy a dormir.
Esta noche soy yo la que me excuso por no haberme acostado a dormir temprano y no tengo yerba fresca para los camellos, le dejaré yerba seca, estoy segura de que también se la comerán.Si el cansancio les permite llegar, tengan cuidado en la obscuridad, no se vayan a tropezar, como me pasó a mí hace unos años y jamás volví a ser la misma, aquí no hay luz en la calle, todo está muy obscuro. Les sugiero que se guíen por las luces de colores de nuestra casa, recuerden que es la única casa iluminada. Estamos en tiempo de economía y aquí son muy pocas las casas que dejan la luz de afuera encendida. Les dejaré sobre la mesa botellas de agua y algunos guineos, cuidado con las cajas a la entrada, todavía estamos acomodando la mudanza. Aunque nos falta mucho por arreglar, estamos muy felices en esta modesta casa que representa para nosotros el sueño hecho realidad.
Soy muy bendecida y estoy muy agradecida por tu tiempo de leer hasta aquí, sus regalos de amor y paz, y tu tiempo, de sacar este momento para conectarnos de corazón a corazón, y rememorar con ilusión todo lo que mis padres hicieron por nosotros, para mí, tiene un valor incalculable.Vivir la mágica ilusión de la llegada de los tres Reyes Magos fue una de las etapas más hermosas de mi niñez.
El valor del regalo no importa, el mayor regalo eres tú, que llegaste guiado por la estrella de Belén, acompañado de Melchor y Baltazar, a adorar al Niño Dios, Rey de Reyes y Señor de Señores. Entregaron lo más valioso que tenían, oro, incienso y mirra, al Salvador del Mundo. ¡Que viva la tradición de amor y paz a través del nacimiento del niño Jesús y la visita de los Reyes Magos de Oriente!

Autora: Ana Rosa Arias Cáceres
La autora es comunicadora, productora de radio y TV, natural de Santo Domingo, Republicanísimo Dominicana residente en
Central Florida, USA