Por Estela Brioso M.
Desde mediados del mes de noviembre se siente una brisita suave que alienta el alma. El clima cambia y al mismo tiempo cambia nuestra percepción de las cosas y como que se inicia un tiempo mágico, al iniciar el mes de diciembre esa magia, en sentido general, hace surgir en la gente una manera diferente de mirar la vida y las cosas, la gente se hace más familiar, afectiva, simpática y hasta un poco más cariñosa.
El centro o el foco se dirige hacia la familia y nos surgen esos deseos de estar más cerca, en paz y con alegría. La navidad es una especie de milagro, en el mundo cristiano a nivel litúrgico viene después de un momento de espera que la iglesia llama adviento, es un tiempo de preparación, de conversión, es un tiempo para alistarse o prepararse para recibir la navidad, esta como tal misterio anima, transforma e impulsa para seguir adelante.
El adviento es un tiempo que significa advenimiento, venida, llegada, pues le llamamos tiempo de esperanza universal. Los elementos que ayudan a profundizar en el adviento:
1. Vigilancia:
pues estar listos y con esperanza expectante, esto nos ayuda a mejorar y a preparar el misterio de la navidad en nosotros.
2. Trabajar: porque la justicia se hace urgente, pues en nuestro mundo, comunidad o grupo nos urge la paz y la gestión del amor, por ello es apremiante trabajar por esto.
3. Confiar: porque la fe nos empuja a luchar, en ese sentido hoy tenemos muchas razones para seguir creyendo, con la certeza de saber que otro mundo es posible.
4. Amar: pues la espera vale la alegría, porque el amor, es la mayor y mejor inversión, la cual nos ayuda a prepararnos para activar el misterio de Belén en nuestras vidas, para celebrar la navidad con una vida clara y con el deseo de seguir el camino, con alegría y la convicción de que las cosas serán mejor.
En la preparación para la navidad se nos activa la solidaridad, la alegría y sobre todas las cosas el gran deseo de que nuestro mundo sea diferente, que viva en paz, que las cosas encuentren su cauce y justa medida.
Al final, llega la navidad, si, la deseada navidad, es un tiempo bonito y corto, donde todos por igual manifestamos la esperanza que tenemos de que en el mundo haya luz, y esto se manifiesta en el encendido de todas las luces, en las casas, comercio y en la ciudad, esa luz empieza su trayectoria hacia el interior del corazón humano, pues es tan necesario hoy día que nuestros corazones vean luz para actuar mejor, para que la fraternidad y sonoridad tengan una cuna en nosotros.
El milagro de belén nos convoca y nos reclama una mejor vida, en torno al hijo, y se extiende hacia la familia, y unido a ella está la creación, es decir, los animales, la naturaleza, es como si en torno a un Dios hecho niño, se plasma otra vez toda la obra creadora en una sola exposición.
La navidad es un regalo, un regalo que transforma la vida, que es capaz de sacar lo mejor de nosotros mismos, saca el afecto y deseo de bienestar, la capacidad de solidarizarnos con otros y otras, la esperanza de que todo sea más bonito, bueno y pleno.
La navidad nos convida a dar lo más bueno y bello que me habita, me cautiva la alegría, me transforma los deseos. Y ojalá fuera navidad siempre, y aunque no sepamos, teológicamente, el nacimiento del hijo de Dios ha de ser siempre, el alumbramiento de Jesús debería ser a cada instante, esto nos haría mucho bien.
Que la navidad sea el pan nuestro de cada día, dice el cantor, y sí, si la navidad es pan cotidiano, entonces los niveles de alteración y agresividad variarán, nos amaremos un poco más, se nos colocan los grandes deseos de conectar con lo mejor de todos en todo. Y las conclusiones de la vida en verdad dejarían como resultado mayor paz, amor, alegría, unión, en fin, seremos mejores y más felices.