«La igualdad de género es fundamental para la realización de los derechos humanos de todas las personas; sin embargo, las prácticas discriminatorias contra las mujeres aún persisten en todos los rincones del mundo, incluso en sociedades que promulgan y alardean de lo contrario».
Por Ana A. Marchena Segura
La violencia contra las mujeres, en todas sus manifestaciones, desde las más hasta las menos visibles, prevalece a una escala inconcebible en todo el mundo y en todas las culturas, provocando que el acceso de las mujeres a la equidad se obstaculice por prácticas discriminatorias en apariencia imperceptibles, pero de amplias repercusiones.
El ordenamiento jurídico internacional de los derechos humanos prohíbe la discriminación por motivos de sexo y contempla garantías para que los hombres y las mujeres puedan disfrutar en condiciones de igualdad sus derechos civiles, culturales, económicos, políticos y sociales. Aunque el sistema de los derechos humanos reafirma los principios de la igualdad y la no discriminación, el artículo 15(1) de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer (CEDAW-ONU) establece de manera explícita que los países que han ratificado la Convención, deben reconocer a la mujer la equidad con el hombre. Por su parte, el artículo 2 compromete a los países que han ratificado la Convención a “adoptar todas las medidas adecuadas, incluso de carácter legislativo, para modificar o derogar leyes, reglamentos, usos y prácticas que constituyan discriminación contra la mujer”.Treinta años después de que la Convención entró en vigor, el reconocimiento y el disfrute de los derechos en condiciones de igualdad todavía continúa siendo ilusorio para una gran cantidad de mujeres en todo el mundo. A pesar de que la Convención exige a los estados que la han ratificado eliminar la discriminación contra la mujer “por todos los medios apropiados y sin dilaciones”, son muchos los estados y personas, que todavía conservan de manera generalizada sus leyes y acciones discriminatorias, lo cual revela que el ritmo de las reformas que favorecen a la mujer es muy lento debido al recalcitrantismo ideológico prevaleciente en los hombres y muchas mujeres.
La igualdad de género es fundamental para la realización de los derechos humanos de todas las personas; sin embargo, las prácticas discriminatorias contra las mujeres aún persisten en todos los rincones del mundo, incluso en sociedades que promulgan y alardean de lo contrario. Peor aún, se continúan ejercitando modalidades muy sofisticadas de discriminación y violación de derechos por razones de sexo género en formas muy sutiles pero detectables.
Estas formas de discriminación contra la mujer se visibilizan en conductas y productos sociales de diversa naturaleza: conductas, actitudes, políticas públicas, textos (pinturas, películas, obras literarias, etc.), modas, entre muchos otros.
En mi reciente experiencia de la exclusión de mis libros de la Primera Semana del Libro Dominicano en Puerto Rico, a prima facie, muchos no vieron una discriminación de tipo sexista en la manera que se presentó el programa de actividades. Incluso, yo misma, ab initio acepté participar como conferenciante, hasta que recibí el programa oficial, del cual colegí lo siguiente:
1. Exclusión de escritores dominicanos residentes en Puerto Rico como Rita Indiana, Nelson del Castillo, ambos laureados internacionalmente y esta servidora. En su defecto, los organizadores invitaron al Sr. René Rodríguez Soriano, quien reside en Texas. Sin poner en duda sus méritos como escritor, ese es un espacio que pudo asignarse a un escritor dominicano residente en Puerto Rico.
2. Marginación, invisibilización y ausencia de voces femeninas dominicanas: es patente en la desproporcionada cifra de escritores. De seis días (6), cinco (5) están dedicados a escritores varones, incluyendo al escritor dominicano no residente en Puerto Rico como es el Sr. René Rodríguez Soriano.
La ausencia de voces femeninas en este evento fue evidente gracias a la discriminación deliberada de sus organizadores.
3. El lunes 20 de agosto se le dedica “generosamente” el día a las mujeres, así, genérico, sin nombres ni apellidos, con la terrible consigna “día de las mujeres” en el cual me incluyeron como conferenciante, no como escritora. No conforme con este reprochable acto, el nombre de la conferenciante aparece debajo, no en la misma posición de los demás escritores y aparece escrito en letra pequeña normal, lo cual constituye para mí una subvaloración de mi trabajo; obviamente, evidenciando una despreciable acción discriminatoria y misógina. Resulta muy obvio el esfuerzo discriminatorio tanto en la exclusión como escritora, como en la presentación de los invitados a exponer cada día.
4. Ese día solicité exponer mi libro «La doble negación del español dominicano», premiado por las Academias de la Lengua Dominicana y Puertorriqueña, pero no es hasta recibir el programa de dicha actividad, que me entero de que en cambio, el libro a exponer es de la Editorial Santuario, «Mujeres Inspiradoras«, antología de Souad Rizkallah, esposa de un embajador dominicano, quien ni es dominicana, ni reside en Puerto Rico, eliminando así la posibilidad de exposición de los trabajos de otras mujeres que hacemos vida en Puerto Rico.
Estas acciones, aparentemente inocuas, manifiestan un comportamiento antifeminista, ofensivamente discriminatorio y que evidencia, lamentablemente, la prevalencia de una cultura patriarcal que ha hecho posible la instalación de la desigualdad por sexo y género muy peligrosa, dado que vienen avaladas por las instituciones oficiales de nuestro país en Puerto Rico, y quienes se supone que como deber ministerial deben proteger a sus ciudadanos en el exterior.
Ante esta acción tan prejuiciosa, decidí retirar mi participación de ese evento por tan androcéntricas y discriminatorias posturas y prácticas de los organizadores de dicha actividad.
Asumí la postura por todas las mujeres escritoras dominicanas desplazadas e invisibilizadas para este evento que bien pudo, y debió, servir como plataforma para insertar este importante gremio en el lugar que le corresponde en la sociedad puertorriqueña.
Es un nefasto hecho que macula de manera sensible y oprobiosa la dignidad de la mujer y que espero algún día no muy lejano nuestra sociedad reconozca como un mal que hay que erradicar de la faz de la Tierra.